Dos poemas para Digna. Un grito de lucha y una sirena de justicia
Por Manuel de J. Jiménez
Hace dos días vi el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo (2020). Pensé en todas las Rubís y Mariselas que han muerto en el país, las historias de vida que quedaron enmudecidas y cómo los expedientes permanecen allí, sin cerrarse, sin hablar de justicia (juris dictio). En efecto: no hay jurisdicciones para el dolor y para las familias que en estas últimas décadas quedaron suspendidas y disecadas en un limbo jurídico. No sé por qué llegaron después a mi mente algunas escenas de Digna… hasta el último aliento (2004) de Felipe Cazals. Entonces pensé que este 19 de octubre se cumplirán diecinueve años del asesinato de Digna Ochoa y Placido, extraordinaria abogada y defensora de derechos humanos.
No me gustaría indagar aquí sobre
los pormenores en la investigación de su homicidio. Solamente decir que la tesis
del suicidio es inadmisible y que se trató de un macabro asesinato, valga decir
ahora junto a Marisela y muchas otras, un feminicidio atroz y meticuloso. Más
que revisar la muerte, me interesa celebrar la vida.
Una joven Digna, después de
cursar en la Escuela de Bachilleres “Alfonso Reyes” en su natal Misantla, se
matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana (1981-1986).
A la par de sus estudios universitarios, Ochoa colaboró como asistente de
parroquia. Al parecer Digna tenía una vocación religiosa que la llevó en 1989 a
ingresar con las Dominicas del Verbo Encarnado y eso fue fundamental para dotar
de una dimensión ética a sus estudios de derecho. Al igual que fray Alonso de la Veracruz en
el s. XVI, Digna trasformó posteriormente los objetivos de las leyes haciendo un uso
alternativo del derecho, ya sea desde una interpretación favorable a los
oprimidos o un positivismo de combate. A finales de 1988, llegó a la Ciudad de
México y empezó a colaborar con el Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín
Pro Juárez”. Allí trabajó en casos que fueron importantes en la defensa de
derechos humanos. Entre ellos, la Masacre de 17 campesinos por la policía
motorizada y agentes judiciales en Aguas Blancas, Municipio de Coyuca de
Benítez, Guerrero, el 28 de junio de 1995 o la Matanza de Acteal, Chiapas, en
1997. De sus últimos casos fueron sobre la detención y tortura de los ecologistas guerrerenses,
Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, por miembros del ejército mexicano en 1999 y
el caso de los hermanos Cerezo Contreras y Pablo Alvarado, detenidos como
presuntos responsables de los atentados a Banamex en la Ciudad de México en
agosto del 2001.
El contexto es la “transición a
la democracia” foxista, con esa detención a los hermanos Cerezo, comenzó un
movimiento social que después se cristalizaría en el “Comité Cerezo México”.
Pocos meses después de su detención, Antonio Cerezo Contreras, escribió un
poema al enterarse de la muerte de su abogada, Digna Ochoa, desde Almoloya. El
poema está fechado en el 23 de octubre y se titula simplemente “Digna”, en
clara referencia a la dignificación de la figura de la abogada veracruzana
y la activación política de su memoria. (https://www.comitecerezo.org/spip.php?article60).
Un poema escrito aún con dolor y desconcierto, que ejerce el derecho a
la palabra de una persona que busca racionalizar lo acontecido.
Literariamente el poema es una pieza que se caracteriza por su verticalidad, por su tono de conversación que interpela al lector y que hace imaginar una vida posible para Digna al margen de la muerte. Antonio la visita en el poema. De algún modo, busca conservar algo de ella para sí: “Guardar tu aliento entre mis venas”. Después imagina un final diferente donde le dice a ella: “Morías entre cafetales/ Entre flores blancas”. Sin embargo, la realidad cae como relámpago ante cualquier ensoñación: “Tu grito ¿gritaste?/ Que maldijo al verdugo en tu agonía”. El «grito» es un tópico de horror y miedo, aunque se va trasformando en acción de lucha, articulando una palabra de combate. La clave está cuando el autor, poniendo de cabeza la tradición epitáfica del buen descanso (Requiescat in pace), exhorta a Digna a lo contrario: “No descanses en paz”. A partir de ese corte, el poema termina así:
Aún nos queda mucho por hacer
Tienes miles de sueños que concluir
Miles de manos que estrechar.
Nos reclama la vida otro esfuerzo
Construir un país distinto,
Con gente distinta
Seguimos juntos Digna, en este sueño.
Antonio Cerezo, quien saldría de
prisión hasta febrero de 2009, puede admitir en el poema la muerte física de
Digna, pero se niega a que su espíritu deje este mundo. Ese «aliento» −que
aparece al inicio del texto− es el eje espiritual de la lucha y una guía de camino,
pues «aún queda mucho por hacer» y hay «miles de manos que estrechar». Tras la
justicia temporal, finita e imperfecta, se reclama un esfuerzo más valiente. Al
final surge nuevamente el sueño en la utopía de la «gente distinta»: construir otro
país.
Por su parte, Arturo Mejía
Acosta, quien se dice “compañero de mil batallas” de la activista, escribe un
poema con un estilo completamente diferente al de Cerezo. Pero antes de hablar
del poema titulado “Cántaro Roto (poema a Digna Ocha)” (https://lavoznet.blogspot.com/p/poema-digna-ochoa.html),
vale la pena detenerse en el texto preliminar que declara su intención y abre
los cauces de un entendimiento poético sobre el crimen y posibilita una
sanación a través del agua y la naturaleza: “A veces navego en el tal vez. En
ese quizás que pueda cambiar el presente poniendo el corazón en el asador como
acto de amor para recordar, parando las aguas del olvido y encontrar el cabo de
la vida porque allí están todos los comienzos para el cambio que requerimos.
Sin lamentos recordemos lo pasado como antesala de libertad democrática para
trabajarse como voluntad social”.
El poema, dividido en cuatro
partes, aprovecha un escenario bucólico para resignificar el hecho contraponiendo
la “indigna muerte” y la “Digna mía”. Se trata de un canto de amor donde, sin emplear
la copla veracruzana, el poeta desarrolla “coplas acuáticas”. En este texto la
figura de Digna se trasmuta en una sirena de justicia. El poema sucesivamente condena
al asesino, “guarazapo escondido”, niega la muerte y transforma la exuberancia
tropical en arsenal: “Equipémonos frutalmente para el combate”. Los símbolos
naturales y étnicos se colorean, enriquecen y ensanchan un nuevo mundo. Cierra
así, hablándole a ella:
IV
Pero hoy para ti, combatiente, y por tu muerte indigna
La redondez frutal de la arena y la arcilla:
El indígena cántaro de agua y tierra, de vida.
Y sobre tu cántaro roto,
El frutal murmullo redondo de pena te dijo:
“Con tu muerte indigna nos mataron, hermanita.
Y en la mar del combate, contigo resurgiremos…”
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ResponderEliminarBellos poemas, que nos transportan con Digna, pero nos enseñan a seguir en lucha, contra todos los asesinatos e injusticias, como el de Maricela Escobar en la lucha de pedir justicia para Ruby su hija. Pero el peor crimen fue por parte de nuestras autoridades al cerrar los ojos a lo evidente.
ResponderEliminarGracias, bellas lecturas.
Un texto muy pertinente para los tiempos que corren para las mujeres. Pareciera que el caso de Digna Ochoa fue no hace mucho, pero la realidad es que no sólo han pasado diecinueve años desde su homicidio sino que además la situación no ha mejorado, al contrario, ha empeorado. Quien lucha por la justicia y los derechos propios y de los demás siempre será una alguien incomodo y si ese alguien es una mujer, molesta todavía más porque no hemos logrado normalizar la participación de las mujeres en espacios públicos, no hemos logrado escuchar lo que las ellas tienen que decir sin pensar que son muy emocionales, o es otra queja para llamar la atención, o que son muy exageradas y demás comentarios por el estilo que minimizan a la mujer, lo que representa y los movimientos e ideales que defiende.
ResponderEliminarCasos como los de Digna Ochoa o Marisela Escobedo han tenido la "suerte" de ser muy conocidos por las circunstancias en que se dieron o por las cusas que perseguían, sin embargo, existen miles de casos que son un expediente más, archivado o abierto, da igual porque de todas formas no se ha hecho justicia para casi nadie y es justamente ahí donde radica la importancia de "no dejarlas descasar en paz", de no olvidarnos de ninguna de ellas y seguir en la lucha no sólo por la justicia para quienes ya no están y para los que dejaron, sobre todo continuar en movimiento para que deje de haber más casos iguales o peores que los de estás mujeres.
Me parece que a pesar del tiempo que ha transcurrido desde este caso hasta la actualidad el país se encuentra inmerso en las mismas circunstancias, es indignante ver como cada día desaparecen mujeres de todas las edades y como lamentablemente a pesar de las legislaciones que han surgido en la materia y de la solidaridad que han mostrado hombres y mujeres ante estas injusticias de distintas maneras, (recordemos los casos de "vandalismo" que pudimos observar en monumentos historicos, los hechos vividos en nuestra propia facultad, la "marchas silenciosas", entre otros acontecimientos), realmente dudo que se velé por la protección y justicia de todos esos casos que han quedado impunes y quizás si esto no frena pronto habrá más de estos textos literarios que nos hablen de la pena que vive una persona al perder a una familiar, amiga, esposa, etc, pues al parecer sólo a través de este tipo de escritos pueden sentirse escuchados y pueden liberar parte de sus emociones.
ResponderEliminarKarla Orozco