Dormir tranquilos: Historia de un juez

 


Por Miguel Bonilla López


La historia que sigue es real y la cuenta Arturo Pérez-Reverte en una breve nota: “El juez que durmió tranquilo”.[1] Un traductor amigo suyo, Daniel Sherr, en ocasiones presta sus servicios en una Corte familiar en New Jersey. Narra a Pérez-Reverte lo que allí ocurrió algún día.

El caso que le toca atender es el de una mujer ecuatoriana que comparece para pedir la custodia legal de una pequeña de dos años, de origen mexicano, y que ha vivido con ella desde que su madre verdadera desapareció. Por virtud de la custodia, de obtenerla, podrá inscribir a la niña en el programa de vacunación del Estado.

            Hay, sin embargo, un impedimento: la mujer es inmigrante ilegal y la fiscalía no sólo se niega a que se le otorgue la custodia de la niña, sino que advierte al juez que debe ser expulsada del país.

            El juez corrobora con la actora su condición de “ilegal”. La mujer la acepta, y acepta también que sabe que por su condición de indocumentada ella misma no puede ser beneficiaria de los servicios sociales del Estado, como el de atención a sus dependientes económicos. Pero ha ido al tribunal para conseguir un beneficio necesario para la menor.

            El juez la mira algunos segundos, mira también al fiscal y dice al fin, extendiendo a la mujer una hoja que lleva su membrete y que él mismo acaba de firmar en ese momento: le indica que con ese documento vaya a una instancia local, de su parte y que manifieste que su deseo es regularizar su estatuto. Acto seguido le dice al fiscal que claramente se ve que la mujer está ya en el proceso de regularizar su carácter de inmigrante ilegal. El fiscal pretende oponerse, pero el juez lo interrumpe sin más: “Como juez tengo que aplicar la ley, pero también necesito dormir con la conciencia tranquila. Es evidente que esta señora es una madre concienzuda y que realmente ha ayudado a la niña. Mírela. A esa niña la quieren, y donde mejor va a estar es con esta mujer”. El fiscal hace otro intento de oponerse y nuevamente es interrumpido: “Mi trabajo consiste en aplicar la ley, pero administrándola e interpretándola con humanidad. Además, esta mujer ha demostrado cierto valor al venir aquí, a un tribunal, siendo ilegal. Podría haber sido detenida y expulsada, y aun así ha venido. Y lo ha hecho por la niña. Así que dígaselo a sus supervisores”.

            El traductor termina su relato. Pérez-Reverte le pregunta qué había hecho él durante la audiencia. El traductor responde: “Pues qué iba a hacer. Traducir escrupulosamente cada palabra […] Pero esa noche yo también dormí tranquilo”.

            Leamos lo siguiente:

 

Ni qué decir tiene que esperamos y exigimos competencia profesional, independencia, integridad y entereza. Esperamos también que un juez guarde la debida consideración a los sentimientos y a los derechos de los demás. Que nadie, ni aun siquiera el litigante derrotado, o su letrado, abandone la Sala, humillado en su moral y en su dignidad o creyéndose víctima de un atropello. Cuando regrese a su hogar por la noche a reunirse con su esposa, con sus hijos, con sus amigos y parientes, que él abandone el juzgado con la satisfacción de no haber mancillado en lo más mínimo su propia estimación y dignidad.[2]

 

            ¡Dormir tranquilos! Tal vez de esto se trate todo.



[1] Pérez-Reverte, Arturo, “El juez que durmió tranquilo”, El Semanal, 15 de abril de 2006.

[2] Botein, Bernard, El juez del primera instancia. Memorias de un juez, México, Colofón, 1993, p. 14.


Comentarios

  1. Me encanto, el Juez fue empático y tuvo una buena observación.
    Gracias por la lectura.

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  2. Ojalá encontráramos este tipo de juezas y jueces en todos los órganos jurisdiccionales del país (y del mundo), por que estoy segura que más de una o uno no duermen tranquilos.

    Aprender a juzgar con una perspectiva mucho más humana, esa es la gran aportación de la lectura.

    Muchas gracias por compartirla.

    Diana.

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  3. El trabajo del juez es como el del relator, interpretar la ley, y hacerlo de la forma más exacta y fiel al sentimiento.

    Andrea N

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  4. Dignidad humana en un juez que defiende la ley, la interpreta, hace su trabajo conforme a sus principios y valores, no deja que las injusticias tengan cabida, antes de ser juez, es una persona que podrá dormir tranquilo realizando actos de conciencia, que estén permitidos por el Derecho, para el bienestar tanto individual como general.

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