Derecho y poesía

 


Por Carina Gómez Fröde

Cada uno de nosotros nos componemos, no sólo por la razón; sino también por eso que se ha llamado el movimiento del alma, es decir, los sentimientos. Esas vibraciones que experimentamos cuando se nos eriza la piel, cuando contenemos el llanto, cuando reconocemos,  por un sólo minuto, que ya valió la pena vivir. Todo esto y más es lo que se siente cuando uno se enfrenta a la poesía. Pese a la existencia  de abogados formales y químicamente puros, pendientes de la aplicación estricta de la ley; a veces absurda y sin sentido,  siempre existirán aquellos;  con el anhelo de buscar un valor distinto a la fría letra de la ley y gracias a ello, apasionarse ante algo tan subjetivo y discutible que solemos denominar “Justicia”.

A primera vista,  es sumamente difícil por no decir imposible, encontrar los vínculos entre la poesía y la ley; entre el derecho y la literatura. Algunos considerarían que no puede existir ninguna relación;  puesto que ambas disciplinas cumplen funciones distintas. Sin embargo, los seres humanos estamos ligados de manera natural a las expresiones bellas y de esta manera, el poeta o el escritor, al manifestarse y mostrar sus ideas toma ingredientes de la realidad y los mezcla con elementos de la inspiración. Es ahí, donde algunas veces se cruzan, la poesía y el derecho.

La mejor forma para poder explicar esa vinculación entre derecho y la poesía es acercarse a la lectura de poemas, como por ejemplo, del  griego nacido en Egipto, Konstantinos Kavafis, “Esperando a los bárbaros”,  o el poema “Ya no hay Locos” de León Felipe, poeta del exilio republicano español que vivió en México y que denuncia el fin de la justicia en España al concluir la guerra civil en 1939, o el poema “Para la libertad” de Miguel Hernández o algunos fragmentos de la poesía “América Latina” del peruano Nicomedes Santacruz. Un lugar especial lo tiene Ramón López Velarde con su Suave Patria, poema imprescindible: Navegaré por las olas civiles con remos que no pesan porque van como los brazos del correo Shuan que remaba la Mancha con fusiles. Diré con una épica sordina: LA PATRIA ES IMPECABLE Y DIAMANTINA.

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