Carta de Herbert Marcuse a Angela Davis

 


Querida Angela:

 Me sentí incómodo cuando se me pidió que hiciera la introducción de tus dos primeras conferencias sobre Frederick Douglas, sabiendo que “abajo circunstancias normales” no habrías autorizado su publicación en la forma en que fueron pronunciadas y reconociendo que tratan sobre un mundo al que todavía soy ajeno –¿podría decir cualquier cosa sobre él de una manera legítima?. Y finalmente, fuiste mi alumna de filosofía y te enseñé filosofía; tu tesis iba a ser sobre un problema en Kant: ¿qué tiene que ver tu vida por la liberación de los negros, qué tiene que ver tu presente situación con la filosofía del idealismo alemán?

A pesar de todo, tomó (sic) el proyecto que escribiste para tu tesis y leí lo siguiente: “El concepto (en Kant) de que la fuerza proporciona el enlace entre teoría y la práctica nos remonta a Rousseau” ¿Así que hay un enlace, un enlace interno entre la teoría y la práctica entre concepto y la realidad (o mejor la realización) de la libertad? Y recuerdo que critiqué el concepto de Sartre de una libertad en verdad inalienable y que ser practicada incluso en una prisión, incluso en un campo de concentración –a saber, la libertad de rechazar la sumisión, la libertad de rechazar la falsa identidad que los amos imponen a sus esclavos. Critiqué este concepto porque me parecía que la libre elección entre el esclavismo y la muerte o encarcelamiento de por vida no es libertad: que hacía un mal remedo de la libertad humana. Y ahora leí en tu conferencia como un día “Frederick Douglas hace acopio de coraje para resistirse al negrero a quien es remitido para su domesticación, para ser amansado el negrero que infinitamente más cruel que cualquiera de sus anteriores amos…” Un día Frederick Douglas responde y lucha contra el negrero con todas sus fuerzas y el negrero no responde, se queda ahí temblando; pide ayuda a otros esclavos y ellos rehúsan. El concepto abstracto filosófico de una libertad que no puede ser arrebatada se hace de pronto vivo y revela su verdad concreta: la libertad no es únicamente la meta de la liberación, empieza con la liberación: está ahí para ser practicada”. Esto, lo confieso, lo aprendí de ti ¿Extraño? No lo creo.

Todavía hay más. Hace años tuvimos un seminario sobre Hegel. Leímos entre otros textos el famoso capítulo sobre la dialéctica del amo y el esclavo en la Fenomenología del espíritu. Termina con el reconocimiento de la dependencia del amo del esclavo que compensa la dependencia del esclavo del amo. En tu conferencia discutes la Fenomenología y el análisis filosófico de Hegel se hace vivo en la lucha en que el esclavo negro establece su propia identidad y por tanto destruye el poder violento del amo.

La gente me pide una y otra vez que explique como es que tú con una gran inteligencia, una sensible joven mujer, una excelente estudiante y maestra, te viste envuelta en los violentos acontecimientos de San Rafael. No se si participaste en todos esos sucesos trágicos, pero sé que participabas profundamente en la lucha por los negros, por los oprimidos de todas partes y que no podías limitar tu trabajo por ellos a las aulas y a escribir. Y creo que hay una lógica interna en tu desarrollo de las cosas –una lógica que no es muy difícil entender. El mundo en que creciste, tu mundo (que no es el mío) fue de crueldad, miseria y persecución. Para reconocer estos hechos no hizo falta mucha inteligencia ni alteración, pero darse cuenta de que podían ser cambiados y debían ser cambiados requirió pensamiento, pensamiento crítico: conocimiento de cómo nacen estas condiciones, qué fuerzas perpetúan y de las posibilidades de libertad y justicia. Esto creo lo aprendiste en tus años de estudio. Y aprendiste algo más, saber, que casi todos los personajes célebres de la civilización occidental –la misma civilización que esclavizó a tu pueblo– tenían algo que ver en última instancia, con una cosa: libertad humana.

Como cualquier buen estudiante, tomaste en serio lo que dijeron, pensaste seriamente en ello y por qué todo esto se había quedado como simples palabras para la gran mayoría de hombres y mujeres. Así sentiste que la idea filosófica a menos que fuera una mentira de ser vertida a la realidad que contenía una moral que obligaba a dejar el salón de clases, la universidad, para ir a ayudar a los otros, tu propio pueblo al que todavía perteneces a pesar de (o tal vez por) tu éxito en el Establishment blanco.

Pero peleaste por nosotros también, quienes necesitamos libertad y queremos libertad para todos los que todavía no la tienen. En este sentido, tu causa es nuestra causa.

 

Tomado de Oposición, periódico del Partido Comunista Mexicano, a través de Memoria. Revista de crítica militante, CEMOS.

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